Por Javiera Zamorano
(Puente Alto, 1998)
Son las doce
estas no son horas
me dicen sonriendo
no entienden que no es ningún chiste
ya sé que no son horas de levantarse
las sábanas están sucias
hediondas a horas perdidas
no entienden que lo lamento
que no hay nada más que hacer para evitar la muerte
dormir un rato más
hasta que el día quede muy corto
para volver despacio a tenderse sobre estrellas
tocarlas apretando los párpados
con el pelo enredado impidiendo mirar.
Es verdad que se me atrofian las piernas
las observo marchitarse de a poco
conservaré el recuerdo del dolor cerca de mi pecho
ahora más que aire respiro la hiel de la resignación
la música que jamás se añeja lame mis heridas
dejo que me coma de un bocado
me repite que te quiero
de cerca, pero mucho más de lejos
en la ducha no puedo cerrar los ojos
me sigues solamente en la oscuridad
las tazas se rompen las hormigas me tocan
no queda azúcar
salir y no morir me reconforta.
Qué sueño.